sábado, 28 de mayo de 2016

Los cuentos de Mano Nerio (I)

Por: Luis Javier Bazán

El historiador y expresidente de la República, Ramón J. Velásquez, dedicó gran parte de su interesante vida a la lectura y análisis de libros que iban llegando a sus manos. Quien sabe cuándo o cómo, el historiador se topó con uno de los cuatro textos escritos por Nerio Duin Anzola, el popular Mano Nerio de Acarigua, un personaje quien nació, vivió y murió en la ciudad desde finales de 1890 hasta su muerte a mediados de 1950.

La descripción de la obra que hace Velásquez sintetiza el libro “Por los caminos de la provincia” que produjo Mano Nerio en el año 1951 bajo el sello editorial Signo. A continuación se reproduce el mismo con la gran intención de ir descubriendo esas particularidades de un hombre que se convirtió en un personaje importante de la Acarigua de la primera mitad del siglo XX.

El texto de Ramón J. Velásquez
Nerio Duin Anzola, autor y personaje de estas aventuras es un llanero de Occidente. Nació en tierras de Portuguesa, el año 1892. Alto, blanco, ojizarco, con una barbilla de General de la Federación, delgado y nervioso, su figura recuerda la estampa de los viejos hidalgos españoles, miserables y orgullosos. Que en gestos y locuras también concuerda su carácter con el campechano señorío peninsular.

Pulpero, dependiente de comercio, agricultor, arriero, comprador de cerdos y vendedor de zarazas en los llanos de Barinas y Apure, jefe civil, celador de rentas, vigilante de carreteras, ornitólogo, posadero, todos los oficios los ha ejercido en un ambiente, dentro de circunstancias de la más castiza picaresca. Siempre la empresa termina mal; cuando en los caneyes de su casa, establece una posada, los viajeros que en la madrugada siguen camino, se llevan hamacas y colgaduras.

En una ocasión, invierte sus ahorros en la compra de unos cochinos y cuando va llegando con el atajo a las vecindades de Barquisimeto, se desperdigan los animales y van a dar al conuco de una gente conocida por perversa y asesina. Otro día, esta vez en funciones de botiquinero se ingenia para atraer a los vecinos. Es el año 1926, las altas y pesadas ortofónicas causan furor. Pero como él es pobre y no puede adquirir el musical aparato, lo reemplaza por el más curioso artefacto: un inmenso cajón en el cual se esconden tres músicos y una mujer. Los parroquianos se están acostumbrando a la función de Nerio. Por la ejecución de cada pieza pagan un real, si es cantada un bolívar. El negocio progresa, pero una noche llega la fatal política encarnada en la persona del Secretario General del Estado, quien le dice a Duin: "Présteme la cantante por una noche, por la mañana se la devuelvo". Frente al silencio y al temor de la clientela, el hombre le responde: "Pero usted me manda la suya".

Ante la respuesta, el negocio se va quedando solo, todos los concurrentes salen rápidos, no quieren ser testigos del irrespeto irrogado a la autoridad. Duin está condenado. Los viejos del pueblo le aconsejan salvar el pellejo. Bajo unas cargas de papa, en un camión, el hombre huye a Barquisimeto. Pocos días después, ocurre el alzamiento de Gabaldón y la toma de Guanare. Como Duin ya es un calificado enemigo, el Gobierno ocupa su casa y la convierte en hospital de sangre.

FUENTE: Centro de Investigación y Comunicación. Red Venezolana de Comunicación y Cultura. Universidad Católica Andres Bello (UCAB), Caracas. Año 2010.